
EN UNA ÍNTIMA Y EMOTIVA CEREMONIA, EL PASADO 17 DE DICIEMBRE TUVO LUGAR LA BENDICIÓN DEL TERRENO DONDE, DIOS MEDIANTE, TENDRÁN LUGAR LAS OBRAS
Poco pudo hacer el calor de la tarde para que en Tomás Jofré, otro corazón empiece a latir. Esta vez la novedad no era el
desembarco de un nuevo exponente de las exquisiteces del polo gastronómico de moda. No había suplementos turísticos a la vista ni lujosas camionetas merodeando el lugar y buscando el mejor precio del menú regional. El jueves
pasado en Tomás Jofré estaban los que ahí viven, los no muchos que cualquier día de semana, de frío o de calor, transitan esas calles de tierra y son responsables del leve pulso de un pueblo bastante aislado.
Son pocos pero de fe. Escasos en número y muchas veces en recursos, pero precisamente por eso -por esas reglas inexplicables para muchos de nosotros-, anchos de corazón y de espíritu. Querían una Capilla. La pidieron, la rezaron,
la desearon, la necesitaron, en pasado y en presente. Y un día fue jueves y 17 y fueron las seis de la tarde y hacía calor.
Alguien recorrió el cuadrado de pasto y tierra, tocando una campana. La gente fue llegando, algún seminarista, un par de monjas, matrimonios, gente sola, varios de Mercedes, una anciana con su hija como bastón, madres con sus niños en
brazos y hasta un perro curioso. Poco a poco los vecinos fueron atravesando el alambrado como quien ve luz y pasa. Los teros del lugar alzaban su guardia y protestaban junto a sus nidos, que también latían, parecidos en casi todo a
semejante momento de esperanza, pero no había nada que temer.
“Es un día histórico, en vísperas del centenario”, dijo el Padre Tom, dando la bienvenida a los que llegaban, y como preámbulo a la presentación de los planos de la obra, en la voz de un arquitecto que como el terreno y los ladrillos, Dios proveyó a través de la generosidad de esos indispensables.
El broche de oro fue el agua bendita sobre la tierra ávida, esparcida como semilla sagrada desde la mano de cada presente, niño, joven y anciano, por invitación generosa del sacerdote.
“Hay un deseo grande de Capilla en el pueblo y los recursos son pocos”, cerró el Padre. Una invitación y una oportunidad para aquellos que muchas veces nos quedamos en las ganas de ser buenos y buscamos donde poner nuestro esfuerzo. Hay mucho por hacer y las necesidades no son sólo económicas. Se precisa el amor y el compromiso. Los mercedinos tenemos una misión, pues hay que salir a cumplirla. Tomás Jofré nos necesita.