
En el año 1630, a pocos kilómetros de la cuna de Tomás Jofré, la carreta que transportaba a la Virgen de Luján se detuvo para jamás moverse de ahí, del lugar donde en poco tiempo se erigía la Basílica y Capital de nuestra fe.
Dios quiso que no exista en la Arquidiócesis otro templo, a excepción del de Luján, consagrado a nuestra madre y patrona. En Tomás Jofré estará entonces el primero, proyectando como un faro a los cuatro vientos la gracia infinita de la advocación más amada por los argentinos.
“Capilla Nuestra Señora de Luján de Tomás Jofré”, así sonará el nombre que a lo largo de cientos de años tantas generaciones pronunciarán; así se llamará nuestro sueño que el 25 de marzo será una realidad.
La madre nos espera en ese sitio, vayamos a su encuentro.
Dios quiso que no exista en la Arquidiócesis otro templo, a excepción del de Luján, consagrado a nuestra madre y patrona. En Tomás Jofré estará entonces el primero, proyectando como un faro a los cuatro vientos la gracia infinita de la advocación más amada por los argentinos.
“Capilla Nuestra Señora de Luján de Tomás Jofré”, así sonará el nombre que a lo largo de cientos de años tantas generaciones pronunciarán; así se llamará nuestro sueño que el 25 de marzo será una realidad.
La madre nos espera en ese sitio, vayamos a su encuentro.